domingo, 20 de septiembre de 2009

El viaje.


"...Esa tarde sólo después de saber de ella, decidió viajar. No saber más de algunas cosas. Su poleron, su música y un par de monedas y muchas ganas de encontrar paz y cambiar su cotidianidad, era lo que necesitaba para emprender el viaje..."

Después de una larga discusión, él sólo pidió un poco de paz, prefirió ser sordo a la gente que se llama familia. Vulnerable como un muñeco de nieve, de piel blanca y ojos oscuros reflejando su interior, decidió con un portazo dejar todo atrás.

La peleas ya eran parte de su vida diaria. El por qué ahora buscaba una respuesta a todas las situaciones que debió afrontar. La música y su perro se transformaron en los amigos de miseria, esos que son de verdad. En las mañanas prefería salir a trotar, un par de kilómetros, cada paso que daba estaba más lejos de sus problemas, corría para arrancar de ellos. Libros que lo hundían en diversos mundos creados por mentes sin barreras, nuevos descubrimientos y aprender alga en cada párrafo; comidas llenadas por el silencio y de postre una discusión, prefería limpiar sus dientes y salir a caminar a la plaza con su perro. Sentía que la humanidad no lo entendía, excepto esa persona que esta al otro lado de la ciudad esperando por una palabra de él. Volvía a casa sólo por ella. Encontró belleza en un lugar de sentimientos negativos como son los que tienen muchas personas de este planeta. No quería separarse, encontró una aguja (ella, la persona distinta) en un pajar (el resto de la gente).

Esa tarde sólo después de saber de ella, decidió viajar. No saber más de algunas cosas. Su poleron, su música y un par de monedas y muchas ganas de encontrar paz y cambiar su cotidianidad, era lo que necesitaba para emprender el viaje.

Aquel portazo selló el comienzo de la travesía. Sentado en la ventana del bus, veía con nostalgia el paisaje que lo conmovía con su belleza que surge del barro formado por la lluvia. El rojo atardecer que se perdía en sus ojos soñadores, y que al otro lado de la ciudad, su joven amada lo presenciaba sobre una pasarela, con manchas de chocolate en sus rojos labios, y que había llorado en sus pálidas mejillas, el rojo atardecer se reflejo en sus ojos azules llenos de esperanza. Cómo es posible que algo que está a 150.655.000 km una a dos personas que están a 10 km, con sus almas unidas.

El viaje recién empezaba, él en una plaza con desconocidos, escribiendo por qués, ella viendo desde las alturas como la gente vive. Ella volvía a su casa, con su chocolate de compañía, pidiendo por su amado. Él y sus constantes preguntas lo rompieron en llanto. Una abuelita fue mandada para que lo cuidara (la petición de su amada fue escuchada!), compartió palabras, un te y un quequito. Encontró paz con una desconocida. El espectáculo del atardecer termino, era hora que esta travesía terminara. Llego a su pieza, tomo su cojín y lloro mientras decía: " Gracias Claudia por mandarme un Ángel que me consolara".

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