jueves, 31 de enero de 2013

Carta a mi tata.

El paso de los años ha dejado huellas en tu rostro. Ya son casi 9 décadas que has visto pasar al frente de tus ojos. Tiempo en el cual pasaste casi por las mismas preguntas existenciales por las que pasamos todos, pero donde tu vida fue muy distinta a la mía.

Tuviste que trabajar de pequeño y los estudio no eran prioridad para las familias de ese entonces en los sectores rurales. Creciste casi siendo autodidacta de la vida y aprendiendo las cosas básicas para poder subsistir dentro de una sociedad como es el leer, escribir y las operaciones matemáticas básicas.

La tierra fue bañada con tu sudor y lágrimas jóvenes como recompensa de los frutos que esta nos entrega. Desde pequeño la palabra esfuerzo estuvo dentro de todas tus acciones y los planes a un futuro a largo plazo no existían como lo son ahora.

Mas no todo fue lúgubre en tu camino y como todo joven disfrutabas jugar las clásicas pichangas de fin de semana por algún equipo. Siempre disfrutabas de manera sana y alegre con tus amistades de ese entonces que tal vez comprendían un gran rango etario.

Luego seguiste el destino de la humanidad que es formar familia y llevar el peso de estas a tus hombros. Trabajaste con el sudor de tu frente para darles lo mejor que podías. Supiste lo que es tener al fruto de tus entrañas entre tus brazos y también lo que es perder a muchos y verlos partir a una mejor vida.

La vida te llevo a desempeñar muchos oficios los cuales realizaste de gran manera, desde maestro panadero hasta obrero de la construcción, hombre de la tierra y cuidador en tu último desafío. Cuando ya era hora de colgar los bototos de seguridad tus amigos te despidieron de gran manera, mostrando el gran cariño que todo el mundo te tiene, desde tus compañeros de trabajos pasando por vecinos y por supuestos tu familia.

Ya el paso de la edad se hacía notar, las arrugas ya eran parte de tus ser y las canas comenzaban a poblar tu cabello. Cada día caminabas más lento y más encorvado. Las enfermedades comenzaron a brotar y tu estado de salud decayó sin freno. Cambiaste tus lugares de trabajo por las Urgencias de Hospitales y SAPU. Tu noción del tiempo espacio desapareció como tu voz lentamente. Has vuelto a ser un niño en cuerpo de anciano.

Desde mi punto de vista comprendo tu frustración, de pasar de ser independiente a ser alguien que dependa del resto. Comprendo que sientas vergüenza de ti y que el deterioro te lleve a pensar como niño malcriado.

Nunca olvidaré los grandes momentos que pasamos juntos, muchas de mis travesuras avaladas por tus risas. Cuando aprendí a dividir en una tarde de otoño bajo el parrón de tu casa y la última conversación que tuvimos donde un rayo de lucidez me motivó a escribir esto.

Es muy probable que el día en que nos abandones yo lea esto y diga la orgulloso que estoy por que seas my abuelo. Cariños a la distancia y espero que no sigas sufriendo porque no lo mereces.

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