sábado, 7 de mayo de 2011

Un largo viaje


"...tras ese largo viaje, por fin tuvimos ese momento que tanto soñamos juntos, esa puesta de sol en el mar, esa tarde nos volvió a unir de esa distancia que comenzó por seguir mi vocación..."

Queda alguna duda para la proxima clase jovenes?-preguntaba con su voz convencida el profesor Alcaíno. Sabía que esas palabras indicaban el fin de las clases de esa semana.
Ya han pasado dos meses desde que estoy en una tierra de contrastes, semi desolada, con mucho verde y mucho desierto, frio extremo y calor infernal, pero es la tierra donde cumplo una especie de sueño, estudiar Medicina. Pero no todo es perfecto, deje familia, amigos y a ti, especialmente a ti.
Sabía que al concluir esta semana, estarías donde tus tios en viña, que en realidad me queda más lejos que Santiago, pero para ti es un lugar mucho más especial que la urbe.

Esa semana no viaje a casa, aunque andaba apurado, con mi mochila con un poco de ropa y algunas cosas en mi maleta, que aunque es enorme, solo llevaba un par de libros y ropa para abrigarme.

Me levanto de mi pupitre, me despido de algunas personas y comiezo a caminar por el largo camino de la Troya, con los alamos a mi derecha y algunos cultivos de maiz a mi izquierda.

Ni tu ibas a pensar que me iria a un lugar así. Tu esperabas como todos que volviera a ese enorme edificio de Independencia, pero el destino me trajo a este lugar desconocido.

media hora de larga caminata, bajo un sol fuerte y por finllego al terminal, tengo un rato para descansar. Me compró un nectar bien helado y unos pastelitos muy ricos. En el anden del medio llega el bus a Valparaíso- Viña del Mar de las 2 de la tarde.

Asiento 15, ventana como me gusta, mi maleta abajo, yo, mi celular con musica, reviso el correo mientras veo algunas imagenes de anatomía.

Ha sido una larga semana de pruebas, no te he visto en las últimas 3 semanas, en medio hemos discutido 3 veces, y nos dejamos de hablar un par de días en la segunda.

Los meses de distancia han sido extraños para los dos. El tiempo ha sido muy corto desde que entré a estudiar Medicina. Y que decir la distancia. Pero aun así tu paciencia ha sido gigante, y me has comprendido en todo momento.

Esta vez el viaje no es en la dirección de siempre. No viajo por Rinconada hacia el Santuario de Santa Teresa y veo el Monte Aconcagua y su esplendida en medio de la cordillera, viajo por Panquehue y Manantiales, Quillota y varias ciudades que por primera vez paso.

Leo un poco pero me aburro, me detengo a leer tus mails, y hay uno de buenos días. Te levantaste hace poco, tienes que cocinar a tu papa, y tu mamá viene en camino y viajaras a Viña.

Lentamente el paisaje se torna repetitivo entre cerros medio secos y algunos espinos que los decoran y el sueño acumulado hace efecto, mis parpados pesan y duermo como un bebe escuchando música.

No se cuanto rato ha pasado, pero un inspector me despierta (no se que con que fin lo hizo, tal vez sólo para molestar) para ver mi pasaje, como siempre algo perdido lo encuentro en mi bolsillo trasero, lo paso sin muchos ánimos por despertarme y sigo con el viaje, veo mi teléfono y encuentro una llamada perdida tuya de hace unos 10 minutos.
Llamo de vuelta pensando que algo pasó y que no podrás viajar a Viña. Al oír a tu voz diciendo que sólo querías avisar que ya ibas en viaje me tranquilice una enormidad. Este viaje lo teníamos planeado de hace una semana y media, yo había adelantado estudio para que no nos molestara. Un Pastelo cuídate, nos vemos en un rato más para terminar la llamada y yo seguir con el viaje. Trate de conciliar el sueño, pero no pude. El viaje se hacía eterno, no sabía donde iba y mucho menos cuanto quedaba, así que preferí seguir estudiando.

Lentamente diviso el mar en el horizonte, lo que me indica que ya voy llegando a mi destino (y obviamente a ti), han pasado casi 4 años desde la última vez que estuve en la orilla del mar, al comienzo no me gustaba, pero contigo le volví a tomar el gusto.

Llego al terminal, mucha gente al igual que en Santiago, y veo lo cambiado que estaba. Tomo mi maleta y camino hasta encontrar un lugar donde comer. En medio de mi almuerzo rápido, te llamo y me dice que en un rato más llegas, estoy algo asustado porque es la primera que sales en auto y das un viaje tan largo. No se que haré durante una hora sólo en una ciudad que no conozco con una maleta algo incomoda. Hago lo mejor que un universitario sabe hacer en sus tiempos libres, leer algo para adelantar estudio.

Así pasa rápidamente la hora y siento mi celular de nuevo.

Pastelo, te espero en la salida del terminal, es la señal que me dice que queda poco por verte. Al salir veo algunos autos y te veo, corro hacia ti sin darme cuenta mucho de los autos, y dejo mi maleta para abrazarte. Nos enredamos en nuestros brazos haciendo desaparecer el resto del mundo. Nos besamos y nos quedamos así un largo rato. Me miras y me dices vamos sonriendo.
Subo la maleta al portaequipaje y damos vueltas hasta que estacionas el auto.
Joaco, sácate los zapatos daremos vueltas en la playa, porfa acompáñame, quiero caminar a tu lado como hace tiempo no lo hacemos.

La arena algo tibia por el incipiente sol de esa hora (aproximadamente las 6 de la tarde de un día de mayo) cobijo nuestros pies mientras nos dirigíamos hacia el mar. Nuestros pies se humedecían con cada ola que llegaba. No hablamos mucho al comienzo, pero el ver tu cara feliz me hacía saber que todo estaba bien.
Te tome de la mano y caminos por el borde. Reímos como hace tiempo, era el renacer de todo. Llegamos a unas rocas. Subimos y vimos ese atardecer que muchas veces soñamos en ver. Por fin era verdad, veíamos al sol ocultarse en la lejanía del mar. Yo decía que el sol se iba a dormir a Australia y tu decías que se iba a Japón a dormir.

Así estuvimos hasta que la oscuridad se tomo el cielo. Y nosotros como nunca disfrutamos una tarde que necesitábamos, que nos permitió renacer nuevamente. Las casi 3 horas de viaje sin dormir valieron la pena, porque tomé un bus que partía en San Felipe, y tenía como destino la felicidad a tu lado.


Pastelo ♥

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